Estamos en octubre de 1993 "Año Santo Jacobeo", tengo 37 años y he dicidido hacer un tramo del Camino de Santiago -125 km porque no tengo sino 10 días de vacaciones-. Mi hermana Cristina dice que se viene conmigo... mi hermano Jorge dice que se nos unirá en San Marcos, y mamá se queda más tranquila porque no iré sola.
Empezamos en Sarria, porvincia de Lugo, -aunque para preparar el cuerpo y los pies decidimos hacer una etapa de Ponferrada a Villafranca del Bierzo, el camino que transcurre en la provincia de León-.
Ya nos hemos medio curado las típicas ampollas y rozaduras en los pies. Y estamos ya en la provincia de A Coruña. Hemos salido de Palas de Rei con fuerzas renovadas después de hacer noche en un albergue y nos paramos en Melide a comer... buen vino, buena sopa calentita y una gente realmente encantadora que nos desea "bon camiño".
Hoy no llueve y queremos llegar temprano al albergue, aunque es la etapa más larga de todas. Llevamos muy buena marcha y estamos contentas...
- C: lupi ¿tú llevas la cámara de fotos?
- Yo: ¿no estaba en el respaldo de tu silla?... ¡joder! ¿no me digas que nos tenemos que volver ahora que llevamos más de 10 km?
- C: lupi... yo... lo siento...
- Yo: ¡más lo siento yo! pero tú no tienes la culpa, no te preocupes... ¡¡vamos, que cuando nos demos cuenta ya estamos de vuelta!!
Desandamos todo lo recorrido sin hablar, pero no por estar enfadadas sino cansadas, mis rodillas son delicadas (ambas pasaron por quirófano hace unos años) y ya pasamos de 25 los km recorridos. Llegamos al mesón y cuando nos ven aparecer salen de detrás del mostrador y:
- Mesonera: ¿No me digan que se han vuelto por la cámara de fotos?...¡pero si nosotros se la íbamos a mandar al albergue con uno de los mozos que se encarga de limpiarlo y reponer el botiquín!... ¡¡vengan, siéntense y descansen!!
Cristina me mira y llora silenciosa (yo la miro de reojo y no le digo nada, sé que está pensando en mis piernas).
Se han ofrecido a llevarnos hasta el albergue para que no se nos haga de noche y nos quedemos sin literas. Accedemos agradecidas.
...
De la etapa de ayer nos olvidamos enseguida. En dos días estaremos en Santiago... pero esa es otra historia
1971, tengo 15 años y estamos en Varen, un pequeño pueblo en la campiña, al sur de Francia, donde la mitad -casi- de su población la forman españoles refugiados y emigrantes.
Tío Jesús no puede salir mucho debido a la dolencia de corazón que acabaría llevándolo a la tumba, años después, pero eso no impide que se relacione con sus vecinos y amigos... sobre todo cuando llega su hermano -mi padre- y además con dos sobrinos: Jorge y yo.
Esta noche hay una reunión de nostálgicos y han traído músicas de su época -española, por supuesto- y vino y licores franceses. Mientras recuerdan sus andanzas por los distintos frentes y campos de concentración (en ambos lados de la frontera) va sonando de fondo la voz de Manolo Caracol, La Niña de la Puebla, Antonio Molina y sobre todo Pepe Marchena... pero es cuando canta Juanito Valderrama su famoso y triste "emigrante", que se hace un silencio de tumba y unos a escondidas y otros abiertamente sacan sus pañuelos y limpian sus lágrimas entre sorbetones de vino y moco...
Jorge y yo, que no nos han dejado participar directamente de la velada, estamos en el fondo del jardín cerca de la valla que separa las gallinas, enganchados a una botella de Grand marnier, que se agenció mi hermano cuando sonaron las primeras notas del tocadiscos con el cante flamenco más "jondo" que se pueda resistir a los 15 y 17 años... Y allí seguíamos varias horas después, un buchito tu un buchito yo, con una botella casi vacía y echados uno encima del hombro del otro llorando como magdalenas.
No recuerdo cómo llegamos a la cama, pero yo amanecí sobre la colcha, completamente vestida ¡claro!, oliendo a naranja amarga y con un dolor de cabeza de vaca (seguro que ellas también tenían jaqueca esa mañana con tanta música).