Tengo 20 años, así que estamos en 1976, y por estas fechas ya llevo 3 trabajando con adolescentes en grupos de formación personal. Para tener algún dinero para actividades se nos ocurre que podíamos montar una caseta en la feria del pueblo y empezamos a hacer gestiones para ver cuánto dinero nos costará montarla y si ganaremos lo suficiente para que merezca la pena todo el trabajo.
Tiramos de amigos que nos preste el dinero para concursar por una plaza, en la delegación de fiestas, pero tenemos suerte ¡nos cederán un espacio pequeño y casi al final del recinto ferial!.
Hablamos con empresas que distribuyen refrescos y bebidas para combinados, y nos ofrecen la posibilidad de repartir beneficios y no pagar ni un céntimo por todo lo que suministren ¡evidentemente dijimos que sí!.
Convencimos a nuestras madres, vecinas, amigas y hasta la cocinera del colegio de las salesianas para que hiciesen tortillas de patatas, ensaladas varias, pinchitos de carne, pescaitos fritos... en fin de todo lo que se puede servir sin peligro de intoxicar a nadie y accedieron gustosamente.
Nos encontramos con un pequeñito problema... ¿dónde vamos a servir las bebidas? porque no todo se puede poner en vaso de plástico (más bien de cartón plastificado)... así que decidimos hacer un recorrido por bares, restaurantes, pubs y tomarnos algunas cervezas, combinados, refrescos... dependiendo del sitio, la hora y -sobre todo- la edad de quien pidiese. Teníamos casi tres meses para hacernos con una buena "cristalería".
Pilar -otra de las monitoras- siempre llevaba un bolso gigante de esparto y un par de jerseys dentro para evitar que chocaran e hicieran ruído. Tuvimos un gran éxito "cambiando de sitio" catavinos, jarras de cerveza, vasos cortos de 'güiski', largos de combinado, medianos de agua... y el lugar favorito para hacer esos cambios siempre era un pub de puerto Banús donde había música en vivo. Un pianista acompañado por la voz de una chica llamada María.
Una de las primeras noches que fuimos al pub, mientras María estaba de descanso, uno de los chicos se acercó al pianista
- Paco.- oye, que mientras María descansa ¿por qué no dejas que te acompañe una de las chicas que viene con el grupo?... lo hace bien ¿eh?
- pianista.- (que lo mira de arriba a abajo) ¿cuál de las cuatro que van contigo es?, porque aquí no se puede acercar nadie más guapa que María ni que cante mejor... (Paco me señala) ah, no está mal... es bajita ¿no?... vale, pues ya la llamo... ¿cómo dices que se llama?
Mientras tanto
- yo.- Pilar, ¿qué hace Paco hablando con el pianista?... ¿acaso lo conoce? Porque nos vendría de lujo que nos invitara a alguna de las copas ¿no?
- Pilar.- No tengo ni idea... pero no me fío ni un pelo de estos... ¿no ves cómo se ríen los demás?
...
- pianista.- Queridos amigos, un momentito de atención, tenemos una actuación especial de una de nuestras clientes... ¡Mariluz!
...
- yo.- Pilar yo a este niño me lo cargo. ¡¡Yo ahí no salgo!!
...
Salí, claro que salí, y canté... y nos invitaron a algunas copas. Y volvíamos cada semana. Y en los descansos de la cantante, el pianista me invitaba a acompañarle... ¡¡y conseguimos varias docenas de vasos!!
Hoy en día sería incapaz de hacerlo, pero traigo una de las canciones que canté acompañada al piano, aunque aquí está la versión original, orquestada, del dúo americano The Carpenters.
Seguimos en abril de 1997 -así que todavía tengo 41 años- y hemos llegado al aeropuerto de El Cairo. Casi he olvidado el 'incidente' de Orly, cuando veo la sala de llegadas internacionales, completamente "tomada" por soldados armados hasta los dientes, pertrechados como para el asalto y con la cabeza cubierta por un casco que apenas deja entrever unos ojos negros y brillantes como la obsidiana.
Vamos por las maletas, pero tengo un presentimiento... negros presagios sobrevuelan mi cabeza como los aviones lo hacen por el cielo egipcio... y es que la visión de tanto soldado con metralleta en manos me ha puesto nerviosa y con la adrenalina "a punto de nieve".
- Ana Mª: lupi, que tu maleta no sale... que ya no salen más y ¡¡la tuya no está!!.
Estoy pálida, sin fuerzas y sin creer lo que estoy oyendo... tengo la certeza de que los soldados más cercanos no dejan de mirarme.
- yo: no me gastes bromas que hace un calor horroroso y estoy nerviosísima con tanto soldado... ¿no hay que pasar control de pasaporte? pues vamos a preguntar allí por la maleta (seguro que ese asqueroso azafato la ha mandado a la otra parte del mundo, pienso con una sonrisa en los labios por si estos soldados saben leer la mente en andaluz)...
Ana me mira y, con su maleta en una mano y los pasaportes en la otra, se dirige a lo más parecido a un mostrador de información y ¡por primera vez la oigo hablar árabe! ... ¡ostras estoy salvada! ... pero no ¡de eso nada!, me vuelvo a acordar del azafato francés (pero sin sonrisa).
- Ana Mª: lupi que dice que no sabe nada de la maleta, que aquí no ha llegado. Le he dado el teléfono y la dirección del príncipe para que nos localicen allí. Vamos que la policía espera por nosotras para sellar el pasaporte.
Salimos del aeropuerto hacia la casa del príncipe Faisal y el taxista es tan amable que lo contratamos para todos los desplazamientos que íbamos a hacer en los días siguientes y él se compromete a hacer el seguimiento a mi maleta.
Hay que comprar ropa interior al menos ¿no?... pues a eso vamos primero.
Tres días más tarde recibimos la maleta -repleta de pegatinas- con un acento alemán ¡¡envidiable!!.
En este año Alejandro Sanz editó una de las canciones que más me gustan de él y que -además- viene al pelo, porque desde aquel viaje tengo el corazón partío: no sé si 'nunca más' pisar aeropuerto francés o volver a El Cairo con una mochila adosada a la espalda.